Ruta por la Isla Sur: la segunda oportunidad de Christchurch

La ruta por la Isla Sur de Nueva Zelanda que nos iba a ocupar casi un mes tocaba a su fin. Y lo haría donde había comenzado, en el Aeropuerto Internacional de Christchurch, la ciudad a la que dedicaríamos nuestros últimos días de viaje en compañía de los padres de Ana.

DÍA 4 DE MAYO: DE AKAROA A CHRISTCHURCH

Aunque nos despertamos a una hora del centro de la ciudad, en el pequeño pueblo de Akaroa, en la Península de Banks, la idea principal del día sería visitar Christchurch. Pero en el camino aún nos quedaría tiempo para disfrutar de un último vistazo a la península. Desde Akaroa sale una carretera, la Tourist Drive, que se adentra en las colinas del corazón de Banks y desde la que se puede disfrutar de las vistas a la ría de Akaroa y a otras situadas al norte, con pequeñas poblaciones en la cabecera de pequeñas bahías. Una buena manera de echar un vistazo superficial a la Península si no se tiene tiempo de entrar en detalle. Tras esto, rumbo a Christchurch.

La bahía de Akaroa desde la Tourist Drive
“El Padrino II”, “El imperio contraataca”, “Terminator II”... Cuenta el tópico que segundas partes nunca fueron buenas, pero los ejemplos anteriores demuestran que, en determinadas ocasiones, superan a la primera. La ciudad de Christchurch espera que dentro de unos años se pueda decir que su segunda oportunidad habrá superado a la primera. Los terremotos de 2010 y 2011, con centenares de muertos, destrozó el 70% del centro de la ciudad. Casi un lustro después de aquello tratan de recomenzar desde cero, con una campaña impulsada desde el Ayuntamiento para mostrar a los ciudadanos y turistas el plan de futuro de la nueva Christchurch. Ante cada tragedia surge una oportunidad, y es así como se plantean el futuro, con la opción de volver a construir una ciudad más habitable, encaminada al peatón, con zonas verdes, parques, edificios de menor altura... Ojalá el resultado sea el esperado.

El "skyline" de Christchurch
Antes de visitar Christchurch por primera vez nos habían dicho que era una ciudad horrible, que todo eran obras, industrias y descampados en pleno centro. Lógico, teniendo en cuenta que es una ciudad totalmente destruida. Pero aún así nos lanzamos a conocer a la segunda ciudad en población de Nueva Zelanda, sólo tras Auckand, con sus 300.000 habitantes. Aparcamos en la calle Colombo, en un lugar donde antes debió haber un edificio y ahora es una explanada donde poder dejar el coche sin tener que pagar. A un paso de allí te encuentras con obras de arte callejeras y la entrada a la New Regent Street, la calle más animada, con edificios de estilo colonial español de variados colores, cafeterias, bares y pastelerías. También es zona de paso del tranvía histórico, puramente turístico, que realiza un paseo por lo más destacable.

New Regent Street
El siguiente paso sería la Catedral, del siglo XIX y de la que hoy sólo queda la nave principal (en los terremotos cayeron la torre y la portada). Hoy no es visitable, pero se puede apreciar desde la lejanía, en la Plaza frontal, que hace años debió ser un importante complejo de edificios coloniales y gubernamentales. De todos ellos sólo queda parte de lo que antes fue el gobierno de la región, cerrado al público y en proceso de reconstrucción. En los alrededores vestigios de edificios de diez plantas, cerrados y tapiados con riesgo de demolición, donde sobreviven los carteles de los negocios que una vez estuvieron allí.



Un antiguo Starbucks (arriba) y la Catedral (abajo)
El paseo nos llevó hasta el Container Shopping Mall, un centro comercial realizado íntegramente con contenedores portuarios. Tiendas, sucursales bancarias, cafés y restaurantes en la calle, con una manera novedosa de crear una zona de ocio. Allí comimos unas pitas griegas en el Dimitri's, un puesto callejero de comida del país heleno muy popular entre la gente. Bordeamos el paseo a la orilla del río hasta el i-Site, en la entrada al jardín botánico, un pequeño Edén en mitad del bullicio y del asfalto imperante en buena parte de Christchurch. Existe una enorme variedad de árboles y plantas (destaca una gigantesca secuoya), con césped y zonas de sombra para descansar, un vivero de helechos, otro de plantas tropicales, un jardín de rosas e infinidad de flores.

Una secuoya en Jardín Botánico
Por último bajaríamos por el bulevar Worcester, con sus casas coloniales, muchas de ellas hoy sedes de organismos y asociaciones. Pero la calle la domina el antiguo instituto de artes, también medio destruido, pero que aún conserva ese estilo victoriano de finales del XIX que habíamos visto en la estación y rectorado de Dunedin. Caminamos hasta Victoria Street, una zona de restaurantes algo alejada del centro y ciertamente poco interesante, a excepción de una torre con un reloj. Aquí pondríamos punto y final a nuestra visita a Christchurch, disfrutando por el camino de los monumentos de arte callejero que puedes encontrar en varios rincones. Esa noche dormiríamos en el Coes Ford, una zona gratuita a una media hora hacia el sur.


El Instituto de Bellas Artes de Worcester Boulevard
DÍA 5 DE MAYO: CHRISTCHURCH

Este penúltimo día de viaje lo dedicaríamos a realizar algunos trámites. El día que llegamos desde el Arthur Pass habíamos hecho una visita a Delica en el EconoPark del aeropuerto. Probamos a encender el motor y arrancó sin ningun problema, confirmando así nuestros buenos presagios sobre en qué estado estaría tras cuatro semanas sin moverse. Pero nos tocaba pagar el Rego, el impuesto de circulación neozelandés, que renovamos en la oficina de la AA en Riccarton. Esa tarde aprovechamos también para mover cosas desde la Jucy a la Delica, vaciar el depósito de residuos y lavar la caravana. Lo más importante llegaría aquella noche. A las 2 de la madrugada del 5 al 6 de mayo se abría el plazo para aplicar para la Working Holiday Visa de Canadá, así que nos tocaba pasar la noche allí aprovechando el wifi ilimitado del aeropuerto. ¿Si logramos el visado? Eso lo contaremos más adelante, junto con todo lo que sufrimos para realizar el proceso. Dormimos aparcados en mitad de una calle junto al aeropuerto.

DÍA 6 DE MAYO: DESPEDIDA Y CIERRE

Nos despertamos muy temprano para evitar cualquier posible multa y llevamos la Jucy a llenar el depósito de gasolina como exigía las condiciones del alquiler. Allí en una BP cercana pudimos desayunar un chocolate caliente con napolitanas como despedida neozelandesa. Poco después recogimos a Delica, devolvimos la caravana en el Jucy Village y de ahí al aeropuerto. La planta superior está llena de tiendas y cafeterías y en la zona central hay una mesa alta con enchufes para los dispositivos y con el wifi funcionando perfectamente. Qué lástima que no estuviera abierta el día antes.

Llegó el momento de la despedida. Nuestro viaje con los padres de Ana había tocado a su fin 28 días después de comenzar en este mismo lugar. Ahora los abrazos y las lágrimas eran por la marcha y no por el reencuentro. Pero al igual que Christchurch nosotros debíamos seguir adelante y continuar nuestra experiencia en Nueva Zelanda, ahora con el reto de buscar trabajo para pasar el invierno que estaba a punto de llegar.



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